lunes, 25 de enero de 2021

PROHIBIDO REÍRSE!!!

Desde la antigua Grecia (por razones filosóficas), pasando por la Iglesia (vaya a saber por qué razones) y hasta los estamentos de poder político (por obvias razones), la censura ha sido ejercida no sólo en el teatro (como ya hemos visto en la nota anterior) sino que ha intentado clavar sus ponzoñosos aguijones también en una de las más gratas expresiones humanas: la risa.  

Siempre sostuve (y lo seguiré haciendo) que  “un momento de carcajadas es un instante de felicidad y para quienes hacemos comedias, que sean felices, ya no es un deseo, es un deber!”

Antes de seguir, convengamos como primera medida que existen muy diferentes tipos de risa. 

Por ejemplo, entre la ocasionada por cosquillas hasta la risa causada por una buena broma, hay una gran diferencia. Existe también la risa sádica, que se burla del enemigo abatido o simplemente del individuo en desgracia y la risa burlona, la cual generalmente oculta envidias y complejos sentimientos. 

Pero existe también la risa que expresa simplemente la alegría de vivir.

Las personas con tendencia a reír son más vitales que las que no ríen. La prueba contundente pude verificarse con la actitud del público a la salida de un teatro, donde han visto una comedia muy graciosa.  Por eso aseguro que “una buena comedia no va a solucionar ninguno de sus problemas, pero les va a cambiar el humor para enfrentarlos nuevamente”

En este escrito me propuse reflexionar únicamente sobre la risa que es producto de

esa capacidad de reír, del sentido del humor ante una situación indolora e inofensiva, incluso ante una situación dolorosa para el propio individuo, pero a la vez irremediable, como lo puede ser una enfermedad. De hecho escribí una comedia con esas características (a pesar de la aprensión de alguna gente cercana que me recomendaba no hacerlo por lo cruel de la enfermedad en sí). El resultado fue “El virus de la carcajada” que luego de su estreno ha cosechado más que elogiosas críticas, por ser justamente un canto a la esperanza a través de la risa.

Resulta interesante reflexionar y revalorar este tipo de risa porque ella demuestra una cierta facultad para vivir la vida en el marco de lo que un maravilloso filósofo cosmopolita del siglo XVII -Baruj Spinoza- llamó la “laetitia”.  

Los afectos humanos básicos según Spinoza son tres: el deseo (cupiditas), el apetito (appetitus); y mancomunados en la tercera, la alegría (laetitia) y la tristeza (tristitia). A partir de estos tres afectos, se derivan el resto de los afectos humanos.

Si hacemos un recorrido a través de la historia de la filosofía, lograremos advertir que ella no ofrece un panorama muy agradable para la comprensión de la risa. Hasta antes de Baruj Spinoza, la risa fue vista con un desprecio inaudito. 

En el “Filebo” (un diálogo que trata sobre el rol del placer y la inteligencia en la vida conducida por el bien), Platón concluye que la risa es un vicio, en el cual se ve mermado el dominio de la psique sobre el cuerpo.  

En “La República” (el compendio de las ideas que conforman su filosofía), condena la risa violenta, esto es, la carcajada, por ser algo inconveniente, obsceno y perturbador. 

Aristóteles por su parte, dijo “La risa siempre es buena, es incluso un ejercicio corporal valioso para la salud. Lo que es cuestionable es lo que la produce. Es decir, lo malo no es reírse, es la vulgaridad que produce la risa”. 

Huelga decir que los padres de la Iglesia tampoco la valoraron en gran medida. Quizá baste con recordar al evangelista Lucas al asegurar que “quienes ríen ahora, llorarán después”. (Lucas, 6, 25) 

Para el cristianismo mejor no reír, ya que ésta no es una religión que considere la risa como un valor positivo para la vida: la vida es -al menos para esa religión ya institucionalizada-, un valle de lágrimas.

Siguiendo este mismo planteo, podemos mostrar durante la edad Media, las primeras “Reglas Monásticas del Siglo V”, cuyas referencias a la risa se encuentran en el capítulo dedicado al silencio.  En las Taciturnitas se lee: “La forma más terrible y obscena de romper el silencio es la risa, si el silencio es virtud existencial y fundamental de la vida monástica, la risa es una gravísima violación” 

Para San Benito, a partir del Siglo VI, la risa es contrapuesta a la humildad, ya que abandona el ámbito del silencio y es ubicada como algo contrario a la humildad y caridad cristiana. 

En el Siglo VI, en la Regula Magistri, en el capítulo en donde se hace referencia al cuerpo humano, se menciona a la risa de la siguiente manera: “Cuando la risa está por estallar hay que prevenir, sea como sea, que se exprese. O sea que, entre todas las formas malignas de expresión, la risa es la peor.” 

Baruj Spinoza dijimos, fue el primer filósofo en pensar algo verdaderamente positivo sobre la risa. Para este filósofo son dos los afectos fundamentales

de los cuales se derivan el resto de las emociones: la alegría y la tristeza. El

único camino posible hacia el perfeccionamiento, tanto del cuerpo como del espíritu, es el camino de la alegría: cualquier afecto derivado de la alegría, es positivo, mientras que ningún afecto derivado de la tristeza puede conducir a la perfección ni al bien.

De manera que para Spinoza la risa es un bien deseable y resulta benéfica para

el cuerpo y el espíritu.

Pero no todo termina allí.  Lamentablemente y hasta casi rayando la locura, el ámbito de la política también se ha sumado a éstas iniciativas de reprimir la risa a lo largo de la historia. 

Incluso hace muy poco, una funcionaria de un ministerio de salud, recomendó -para evitar el contagio del corona virus- “no cantar, gritar ni reír” (me rectifico: no está casi rayando la locura.  Es una locura total!)

La risa subvierte, devela, abre el cuerpo, permite mostrar la interioridad, por eso en la mayoría de las culturas las mujeres tienden a taparse más la boca al reírse que los varones; en todos los tiempos la risa fue de alguna manera prohibida, controlada, limitada, educada.  Hoy en día no me caben dudas que además de ser el mejor fertilizante para el trabajo creativo de los teatreros de comedias, las carcajadas son  también la mejor forma de producir endorfinas, serotoninas y dopaminas, las hormonas de la felicidad. 


En fin. Hagan lo que hagan, digan lo que digan y prohíban cuanto quieran, que nosotros seguiremos riendo y en lo posible con sonoras carcajadas.

Eso sí, cuando se encuentre en una butaca retorciéndose de carcajadas por una muy buena comedia, asegúrese de tener al lado una rodilla amiga donde aferrarse, porque el humor, cuando es compartido es más placentero!

H.D.M.

domingo, 10 de enero de 2021

"AMIGAS DESGRACIADAS" Nuevamente a pedido del público en San Martín de Mendoza!!!

 


EL DURO OFICIO DEL ACTOR EN EL IMPERIO ROMANO (“Nada ha cambiado y sin embargo todo existe de otra manera” Jean Paul Sartre)

Conjuntamente con Roma, apareció también en aquel entonces la figura del empresario, que pagaba a los actores y autores, y que cobraba una entrada al público. 

Sólo cuando el Estado se hacía cargo de los espectáculos teatrales, pasaba a ser gratuito (para el público). 

(Comenzamos con las similitudes con la actualidad)

Recibían dinero por sus actuaciones, pero los salarios variaban sustancialmente en función de la fama de cada uno de ellos y muchos apenas si lograban sobrevivir con su trabajo. (¿Les suena conocido?)

¿Qué se esperaba de un buen actor en aquel momento? Pues, al tener el rostro cubierto por la máscara, no interesaba como hoy, lo relacionado con la expresión facial. Lo importante era la expresión corporal.  El actor debía ser un gran bailarín que siguiese el ritmo de la música, pero por sobre todo, que utilizase un latín claro disponiendo de una gran fuerza vocal, para que lo que decía, llegase perfectamente a oídos del numeroso público. 

A pesar de todo ello y de estos requerimientos indispensables, en la época del imperio romano el actor perdía dignidad y no estaba considerado como un  ciudadano de primer orden. 

En Roma, desde el principio, la actuación era un trabajo de profesionales. 

Pero el oficio de actor estaba mal considerado ya que únicamente los esclavos o los libertos solían trabajar en el mundo del teatro, incluyendo el oficio de escritor de dramas y comedias (nada nuevo bajo el sol). 

La ley determinaba que el ser actor era causal de limitación de la capacidad jurídica de un individuo y por eso los actores carecían de derechos civiles. (Llámese hoy en día “trabajador esencial”, porque para algunos gobernantes, parece que la cultura -y sobre todo el teatro- no lo es)

 La palabra “histrión” era el término de origen etrusco con el que los romanos denominaban a los actores y que siempre fue utilizado con un sentido despectivo.

La condición propia de los actores no inspiraba demasiado respeto, porque como dijimos, generalmente se trataba de esclavos o de libertos y constituían un grupo marginal y mal considerado. En su descargo y en el de sus amos hay que decir que tenían una formación y una educación esmeradas. Durante el bajo imperio, se dio como novedad la aparición de las actrices (pero solo en el mimo).

El público se comportaba, muchas veces, de forma tumultuosa y grosera: prefería, por lo general, los espectáculos picantes y subidos de tono a las obras literarias. 

A menudo también ocurrían incidentes, donde los actores que no gustaban, eran bajados de escena y hasta golpeados.  

Tácito cuenta que durante el mandato de Tiberio, se votaron multitud de medidas sobre el salario de los actores y sobre la represión de los excesos de sus partidarios. Se prohibió por ejemplo a los senadores, que llevasen a sus casas a algunas pantomimas (¿Les suena conocido también?), o que se las escoltase en la calle, o que se les permitiese actuar fuera del teatro, y se autorizó a los pretores a castigar con el exilio la conducta escandalosa de los espectadores.

En Roma, se sabe por el historiador Salustio, que durante determinadas fiestas, quien encontrara un actor por la calle podía matarlo impunemente, y que también un actor fue condenado a muerte por señalar desde el escenario la grada donde estaba un patricio.  

Del mismo modo, ya que mencionamos excesos, Suetonio relata un hecho que sucedió con uno de los actores de la “atelana” (una farsa popular satírica, muy popular de la época), y es que éste criticó duramente a Calígula.   

Se hizo un silencio sepulcral y luego de una breve pausa, el emperador como castigo, lo hizo quemar vivo en el anfiteatro. (Tal vez no recordó que había que tenerle miedo a Dios… y también un poquito a Calígula).

Hubo también, notables excepciones, como por ejemplo Nerón, quien no sólo amaba a los actores  -en todo sentido- sino que además participó en unas cuantas  representaciones en calidad de mimo, pero a diferencia de lo que muchos creen, él prefería la cítara.  (La que le tocaba la lira era Popea, su mujer.)

Sin embargo, y a pesar de todas estas consideraciones adversas que sufrían la gran mayoría de los profesionales del arte, algunos actores se encontraban protegidos por el emperador de turno llegando a tener fama y mucho dinero. 

Como escribí alguna vez en la comedia "Lotería": "Nada nuevo bajo el destellar de los astros")

A veces parece -al menos con respecto a los actores-, que la historia siempre se repite y que del Imperio Romano para acá, casi nada ha cambiado!!!

H.D.M.

lunes, 4 de enero de 2021

LA DOBLE INTENCIÓN ESTÁ EN LA MENTE DE CADA UNO!

Me preguntaron cierta vez si la jefa que tuve en alguna oportunidad, era una perra.  Desconozco qué clase de perros habrá conocido esa persona en su vida, pero los que yo tuve siempre fueron adorables.  Hacer tal comparación se me ocurre antojadiza y sin sustento, y no se condice con ninguna de las dos. 

Decididamente amo los perros.  En especial a las perras.  Según mi opinión, son el más claro y concreto ejemplo de amor incondicional y lealtad absoluta. Es simplemente mi verdad.  Tan respetable como la de aquellos que aman a otros animales.  

Por otra parte nunca entenderé porqué suelen mezclarse conceptos y adjetivos con animales, sobre todo cuando estos son utilizados con doble sentido de índole sexual -nada más lejos de mis beatos pensamientos como autor- y de lo que sería incapaz de hacer, a pesar de aquellos que aseguran sin tapujos, que soy un incapaz. 

La realidad demuestra que el reino animal ofrece una enorme cantidad de especímenes adorables.  Se entregan dóciles y sosegados a la ternura requerida, descontando a los humanos que también pertenecemos al mismo reino, cuya cuenta -si nos referimos a la cualidad de “adorables”-  se reduce considerablemente.  

Tal vez no sorprendería saber que entre tantos congéneres que nos rodean, hay muchos cuyas preferencias afectuosas -a lo largo de la historia y donde se erige como estandarte Calígula- se inclinan por los caballos, a los que brindan un enorme y constante cariño además de mucho esmero y atención.  Por supuesto también los hay amantes de las yeguas, a las que adoran montar asiduamente.  A tal punto llega aquella devoción por todo lo relacionado con lo ecuestre, que algunos hasta denominan así a sus mujeres.

Entre tantos otros, encontramos quienes se apasionan, prodigan y deshacen en ternura al acariciar  un conejo o una gran nutria y hacen de ello una verdadera manía, o esas personas cuya idolatría la depositan en las aves, a punto tal que sucumben al encantamiento de querer sostener el pájaro en sus manos, y si no logran asirlo como corresponde y éste se le escapa, optan por retenerlo y acogerlos con su jaula.  Dentro incluso de la misma rama de estos cariñosos apasionados, encontramos a los que específicamente están enamorados de la cotorra.  

Sin ser  menos que los anteriormente mencionados, les prodigan una increíble cantidad de atenciones y cuidados especiales, ejerciendo un auténtico celo en el trato, habida cuenta que las cotorras de por sí, son muy dadas con el ser humano, mostrando generalmente una actitud cariñosa y de apertura. No obstante, es fundamental ganar su confianza por lo que habrá que, generalmente y a pesar de algunas excepciones, pasar un tiempito con ella hasta lograr su total entrega. 

Lo maravilloso de las cotorras es que no solamente son bellísimas por donde se las mire, sino que además pueden llegar a ser tan fascinantemente cautivadoras como fuertes, capaces de arrastrar hasta un carro de bueyes si se lo proponen.

Los ejemplos sobre la dedicación afectiva a los animales son incontables. Se hallan aquellos a quienes les encantan los cerdos y cuantos más cerdos mejor, y a los que por el contrario, no les gusta la carne de chancho. 

Podemos encontrar además, aquellos que llegan a amar a sus cabras hasta límites insospechados -como en los inhóspitos y solitarios senderos del campo, donde las cosechas, una vez que acabaron dieron paso a la paja seca desparramada por el sembradío-; también a quienes viven rodeados de gatos, sin cuyas compañías se les haría imposible la existencia -sobre todo nocturna-, y hasta incluso grandes y desenfadados adoradores del ganso (tantos éstos últimos, que ni se imaginan y no son moco de pavo).


En fin, que cada uno entienda lo que quiera y elija lo que más le convenga, pero no caben dudas que para la gran mayoría, no hay nada como una buena perra!

H.D.M.

OFERTA LIMITADA!!!

Un teatrero y bibliotecario teatral catalán -a quien agradezco infinitamente sus palabras-,  me escribió no hace mucho tiempo: 

“Casi todas tus comedias son geniales, y no lo digo solo yo sino el público que llena las salas cuando ven tu nombre como autor, ya que presenció alguna con anterioridad en nuestra ciudad y saben, que siendo tuya, la risa está asegurada.  Miles son las comedias que leo en nuestra biblioteca teatral  y que las coloco al nivel de la gran mayoría de las comedias que abundan de autores comerciales, cuyos productos buscan la risa fácil, en muchos casos con groseros recursos, y que suelen inundar las carteleras teatrales más importantes.  Pero las tuyas, insisto, son verdaderas genialidades.  No deja de ser una paradoja artística, ya que por lo que he podido averiguar tus comedias tan sólo en algunos países han salido del circuito under y lograron el salto al teatro comercial, también con resonantes éxitos, pero no así en Argentina, ya que he leído que ello ocurrió tan solo en un par de veces.  Se cumple el paradigma de ´nadie es profeta en su tierra´.  Sin embargo para mí, eres de la ostia, muy grande, uno de los más grandes de éste género que tanto apetece al público.  Como ya te lo he comentado en otra oportunidad, estás a la altura de Paso, Camoletti, Ray Cooney, Laurent Baffie, Georges Feydeau, y no muchos más.  Por eso te conmino a que no dejes de escribir.  Hoy en día el humor hace tanta falta como el oxígeno mismo”

Luego de sosegar la exaltación que produjeron dichas palabras y más allá de insistir con el agradecimiento a tantos elogios, vale la pena mencionar que este comentario se refería concretamente a los éxitos logrados por “Suegras Bárbara´s” -que ya había llegado a superar las 120 funciones consecutivas a sala llena en un teatro muy importante de San José en Costa Rica, hasta que la pandemia decretara su cese-; a lo ocurrido en Salta, Argentina, -durante dos años también con salas colmadas- y al igual que una extensa gira por toda la región andaluza en España (de cuyo país provino el comentario) que se realizó con un impresionante éxito durante el mismo lapso; además de “Mi mujer es el plomero”, “Amigas desgraciadas” y por supuesto a “Extraños hábitos”, que fueron comedias que se representaron dentro de algunos circuitos comerciales en distintos países, con importantes producciones.

Según el diccionario, la palabra “oferta” se refiere a una promesa u ofrecimiento que se hace de dar, entregar, cumplir o hacer algo. Propuesta, sugerencia o invitación que se presenta a alguien para que lo admita o acepte..

Por su parte, la primera definición del vocablo “limitada” en el diccionario de la real academia de la lengua española es poco, escaso y puede referirse a una duración en el tiempo, reglamentaciones o a una determinada capacidad intelectual.

No en vano elegí esta frase para sintetizar mi ofrecimiento al publicar mis comedias en los distintos grupos de Facebook, para ser descargados gratuitamente.

¿Por qué “oferta limitada”? Pues porque aún ignoro si esa limitación se deberá a un lapso de tiempo durante el cual estarán disponibles, a determinadas reglamentaciones (cuestiones de censura) o a mi capacidad intelectual.

Lo cierto es que ya me han inhabilitado tres cuentas (o muros personales) de ésta red social. La primera, luego de casi quince años publicando la exhibición de mis comedias alrededor del mundo y algunas notas de tono periodístico de mero corte informativo. 

Con la segunda que abrí luego del percance, el tiempo fue más breve hasta la censura.  Apenas un mes y con la tercera ni siquiera alcancé a publicar nada, ya que al otro día ya estaba inhabilitada por portación de cara.  Y tras cada inhabilitación, la consiguiente desaparición de todo que tuviera relación con mi nombre, incluidas mis comedias, cuyos textos desaparecieron automáticamente de toda la red.

Según algunos que saben, existen dos causales para dichas inhibiciones.  Una se refiere a un castigo por parte del face, por comentarios ácidos que vertí sobre algunos acontecimientos de la segunda guerra y sus protagonistas (obviamente sin insultos, pero exponiendo hechos reales), y la segunda teoría se refiere a la posibilidad de algún personaje funesto -al mejor estilo “Procusto”-, que me ha denunciado en reiteradas oportunidades -en éste caso ya no por las notas de tinte periodístico, sino más bien por mis comedias- hasta lograr mi inhabilitación.  

Si el motivo llegase a ser ésta segunda opción, esto me recuerda la frase de Napoleón Bonaparte al respecto: “La envidia  no es más que una declaración de inferioridad”.

Ignoro si este comentario será una vez más causante de una nueva inhabilitación a mi cuenta, cosa que no me sorprendería, ya que si llegaron a censurar a Moliere, cómo no lo harían conmigo que soy solo un aprendiz.  

Si ello sucediera, intentaré continuar mis comunicaciones a través de Instagram, YouTube o de mi blog “Comedias y humor” (http://comediasyhumor.blogspot.com/) pero de todas formas, aprovechen mientras todavía se encuentran mis textos disponibles, para descargarlos gratuitamente, porque ya sea por los ciberpatrullajes que se hacen o por los “Procustos” que andan sueltos, nadie puede asegurar demasiado tiempo la permanencia de mis textos en ésta red social.  


Ya sea para llevarlas a escena, para su lectura o simplemente para tenerlas guardadas (uno nunca sabe), aprovechen esta… “oferta limitada”.|

H.D.M.

UN POCO DE HUMOR

 Me presenté a un casting para una publicidad de ropa interior, donde solicitaban textualmente "Actor, con excelente físico y muy bien trabajado, ojos verdes, 1,80 de altura, de aspecto muy seductor y con gran dominio de inglés".

Esperé pacientemente durante varias horas, pero finalmente no quedé seleccionado.  

Se nota que mi inglés no es muy fluido!!


¿SABÍA QUE SHAKESPEARE TAL VEZ NO FUE SHAKESPEARE?

 De la misma forma que suele catalogarse a Shakespeare como el más grande dramaturgo de la historia del teatro, también son muchos los datos existentes que sustentan la sospecha y las dudas sobre su autoría de esos inmortales textos.

Nadie duda que Shakespeare existiera, pero son contadas las huellas de su vida y su obra que resulten irrefutables. De ahí que algunos eruditos planteen que en realidad se ignora la fecha exacta de su nacimiento, si tuvo encuentros homosexuales o si su ahijado William Davenant era un hijo no reconocido, entre tantos otros hechos... 

Lo que se sabe con certeza del genio inglés parte de las actas parroquiales, judiciales, mercantiles y el resto de la escasa documentación fehaciente (unos setenta registros) que ha sobrevivido hasta la época actual. Sin duda Shakespeare nació en Stratford-upon-Avon en 1564. 

También sabemos que era el tercer hijo de Mary Arden y John Shakespeare, un fabricante de guantes y tratante de lana que llegó a ser alcalde de la localidad, y que cuando se encontraba en la cumbre de su prosperidad -al momento del nacimiento de William-, cayó sin embargo poco después en desgracia, acusado de comercio ilegal de lana, perdiendo su posición destacada en el gobierno del municipio.


Lo cierto es que el 28 de noviembre de 1582, Con tan solo dieciocho años de edad, Shakespeare contrajo matrimonio con Anne Hathaway, de 26. Dos vecinos atestiguaron que no existían impedimentos para la ceremonia, pues parece que había prisa en concertar la boda, tal vez porque Anne estaba embarazada de tres meses. 

Tras su matrimonio, apenas hay huellas de William Shakespeare en los registros históricos, hasta que hace su aparición en la escena teatral londinense. El 26 de mayo de 1583, la hija primogénita de la pareja, Susanna, fue bautizada en Stratford. Un hijo, Hamnet, y otra hija, Judith –mellizos-, fueron asimismo bautizados poco después. A juzgar por el testamento del dramaturgo, que se muestra algo desdeñoso con Anne Hathaway, el matrimonio no estaba bien avenido.

En 1596, con solo once años de edad, murió Hamnet, único hijo varón del escritor, quien fue enterrado en Stratford el 11 de agosto de ese mismo año. Algunos críticos han sostenido que la muerte de su hijo pudo haber inspirado a Shakespeare la composición de Hamlet (hacia 1601), reescritura de una obra más antigua que, por desgracia, no ha sobrevivido.

William Shakspeare, Shakspere, Shaksper, Shakspe o Shaksp (las cinco formas en que firmó su apellido, pero nunca “Shakespeare”, como figurará en el First Folio y como le conocemos actualmente, porque -vale la aclaración- la ortografía en tiempos isabelinos no era ni fija ni absoluta) falleció en su pueblo natal en 1616, a los 52 años.

Pero lo más importante es que con tan poca información fehaciente al respecto, muchas son las dudas que se ciernen sobre la real autoría de las inmortales obras y consecuentemente los posibles verdaderos creadores de las mismas.

Uno de las teorías que refieren a quién pertenecían realmente las obras, es hacia sir Francis Bacon, quien -a diferencia de William- tenía una cultura inmensa.  Su prosa era refinada y sus inquietudes intelectuales muy amplias. Además, su período de actividad coincide con el de la producción shakespeariana. 

Sin embargo, muchos se preguntan por qué no habría firmado poemas con su nombre real, cuando nunca tuvo reparos en rubricar otros intentos literarios en prosa. O cómo es que no tuvo relación con las compañías teatrales que escenificaban a Shakespeare, lo que derriba en gran parte dicha teoría.

Por otra parte encontramos a Christopher Marlowe.


Fue uno de los principales dramaturgos isabelinos gracias a La trágica historia del doctor Fausto y Tamerlán el Grande. Además, fue amigo y por momentos socio de Shakespeare. 

Según esta teoría, Marlowe no habría muerto asesinado en 1593, sino que fingió su muerte ayudado por sus colegas espías para salvar el cuello de una condena a la pena capital. Tras el simulacro, Marlowe habría utilizado a Shakespeare para publicar sus escritos. 

Los fuertes parecidos estilísticos entre ambos creadores -imágenes, métrica, modismos, etc.- respaldan esta teoría. Otros expertos señalan que en realidad Shakespeare, como muchos de sus coetáneos, habría recibido la influencia estilística de Marlowe.

Otra hipótesis aboga por lord Edward de Vere, conde de Oxford. Este noble era tan culto como Marlowe o Bacon.  Un aristócrata que según dicen reunía el talento artístico y los contactos aristocráticos y escénicos. Sin embargo, De Vere murió en 1604, mientras que Shakespeare lo hizo en 1616.

Entre las decenas de candidatos se distinguen también otros aristócratas ilustrados, como por ejemplo el propio yerno del dramaturgo, lord William Stanley. También se barajan otros nombres como el barón Fulke Greville, el rebelde irlandés William Nugent y hasta el mismísimo rey Jacobo I.

Existe otra línea alternativa que proclama que la obra de Shakespeare habría sido escrita por un grupo de autores. Algunos investigadores abogan por un grupo liderado por De Vere, otros por la guía de Bacon y otros más por comités igualitarios, más o menos amplios.

Y no faltan las teorías que se inclinan por atribuir la autoría de semejante producción en exclusiva, a la condesa de Pembroke, o a la de Mary Sidney, quién también resulta factible dada su vasta cultura, su alta posición social, el patrocinio de una compañía teatral y la contratación ocasional de los Lord Chamberlain’s Men con que trabajaba el Shakespeare joven.

Difícilmente algún día se sabrá.  Mientras tanto nos alcanza y sobra con disfrutar de tamaña calidad literaria y teatral. 

Por cierto -y como para terminar-, la última tesis, que acaba de hacer pública un grupo de científicos alemanes, echa por tierra una creencia que se mantuvo a lo largo de la historia sobre que el gran dramaturgo británico murió a consecuencia de una sonada borrachera junto a dos amigos literarios de Londres, Michael Drayton y Ben Jonson. 

De acuerdo con esta nueva versión, lo que terminó con su vida en 1616, cuando tenía 52 años, fue un tumor canceroso en el ojo izquierdo.    

Un equipo de patólogos, oftalmólogos, forenses y dermatólogos ha realizado minuciosas pruebas, incluidos los scaners de esculturas, utilizando imágenes tridimensionales computarizadas, similares a las empleadas por la policía para identificar el rostro de una persona. Los análisis practicados detectaron la presencia de un gran tumor canceroso en el párpado izquierdo que, seguramente, fue el causante de la muerte del autor de “Sueño de una noche de verano”.